sábado, marzo 10, 2007

DOSSIER HUGO VERA MIRANDA • EL POETA INMACULADO DE LA PATAGONIA

POEMAS HUGO VERA MIRANDA


la cigüeña que vino de parís

el 5 de julio
de 1951
la cigüeña
me trajo de
parís.

maldita
puta
cigüeña
deberías
haberme
dejado
allí.





noelia

mientras escucho este último blues
y camino tomándote de la cintura por esta
calle de manhattan rumbo al central park,
después de beber brandy con nuestros amigos
henry, francine y la blonda ingenua de susan,
mientras escucho este último blues
y la policía nos inquieta con sus bastones
sus chapas en el pecho y sus miradas de bronx
yo te digo; tendrá que haber un lugar en el sur
en donde yo te pueda amar, un lugar liberado
de desdichas y apremios ilegítimos,
un lugar en donde la semilla germine
un lugar en donde yo sea viento y te cure.





marilyn 2004


entraremos al 2004 abrazados al telescopio gigante
que nos permitirá ver la estrella ignorada,
ya la fibra óptica anunciaba el vertiginoso
desarrollo de las comunicaciones,
en milésimas de segundo podremos hablar con
tío robert que estará instalado en el infierno,
la realidad virtual nos ha de permitir conversar
con truman capote y jack kerouac en el paraíso;
todo a nuestro alcance y al momento, todos
en línea e interconectados, todos;
menos tu maldito teléfono que sigue ocupado,
siempre ocupado, mil años ocupado, extrañamente ocupado.

siempre fue difícil amar y escribir poesía

me decía un amigo que siempre fue difícil amar
y siempre fue difícil escribir poesía;
veo a miles de chicos, mujeres y hombres
tomados de la mano y pienso en mi amigo,
leo a miles de poetas, aedas y líricos
publicando sus obras y pienso en mi amigo,
pienso que mi amigo tenía razón:
siempre fue difícil amar y escribir poesía.





adónde ir


adónde ir cuando todos vienen en sentido contrario
cuando el horóscopo indica que no debes viajar
cuando el otoño golpea sus ramas sobre tu corazón
cuando el tedio se instala a vivir contigo y sólo
pides un poco de clemencia al viento de la desidia
cuando el gigante olvido te aprisiona las sienes.

a quién acudir en caso de emergencia sin llamar al 911
cuando tu barca se hunde y tú con ella a la deriva
a qué aferrarse cuando todos los violines callaron
y solo se escucha la llegada de un nuevo huracán
que te arrancará de cuajo tu último sueño.
seguramente entonces debiéramos ser como el
intrépido torero cuyo valor lo otorga el miedo
y arremeteremos contra los arreboles del crepúsculo
inmolándonos con la coraza armada del poema.





toda plegaria acumulada

con largos colmillos incrustados
al filo del horizonte
la angustia me mira y sobrepuja,
yo parpadeo y sonrío
viendo pasar su larga melena.

espero del rocío una palmada
violenta,
indescifrable,
que abarque en un instante
toda la plegaria acumulada.

agoté gran parte de mi vida

agoté gran parte
de mi vida
tratando de saber
dónde se encuentra
el corazón de una
mujer.

ahora que vengan
nuevos atletas y se
lleven el Nobel.




LA NOCHE QUE CONOCI A BUKOWSKI


Por la tarde me bajé 4 cajas de Miller y me despaché más de una centena de Brahms, un día de tantos, hasta que llegó Susan de Black Sparrow Press; ella quería hablar de mi último artículo y yo quería seguir con la Miller, ella quería hacer el amor y yo seguir escuchando al Maestro. Le rogué que se fuera, le pedí que se fuera, la eché. El segundo ofrecimiento era interesante, pero yo sabía lo que después venía; hablar y hablar sobre el único tema, EL AMOR. Pasa siempre que cuando uno quiere follar ellas quieren hablar de amor, esa tarde yo no quería ninguna de las dos cosas, solo beber y Brahms. Malhumorado decidí salir, en mi auto, en el seguí escuchando al pibe Johannes, desde mi calle De Longpre giré a la izquierda por Normandie, subí por el Bulevard Santa Monica y me estacioné frente a dos bares, el Milodón City Cha Cha Cha y el Clean Hand, opté por el segundo. Al entrar supe que esa no iba a ser mi noche, después al salir lo comprobé. Nada más sentarme divisé en el rincón cerca del piano a esa camarilla de edulcorados poetas de Chicago; Creeley, Olson, Dickey, Meredith y un enano con pinta de esbirro napoleónico.
Vino Jhoana la camarera y me preguntó si quería lo de siempre, le dije que sí y me trajo 4 latas de cerveza, una botella de brandy y un vaso de gin. A veces, salvo el hipódromo, ningún lugar es bueno, aunque ese lugar sea tu casa o el bar. Y así estaba yo con mis meditaciones cartesianas, cuando veo acercarse al esbirro de Napoleón, me dice hola y yo levanto una ceja.

- qué pasa buen hombre- le digo,
- permítame presentarme, soy bukowski
- y… ¿Eso se come?
- Solamente quería decirle que lo admiro
- Yo a usted no amigo
- Perdón
- Algunas malas lenguas dicen que Dios perdona, buenas noches.


Fue así como conocí a Bukowski, un tipo irrelevante y un perfecto papanatas. Después me enteré que trabaja en un General Store de la calle Fredoom y que también es poeta o cree serlo.
Fue el peor día en semanas. Volví al East Hollywood, en la puerta me esperaba Linda y en mi pieza Brahms. Es para volver a creer.






HUGO VERA MIRANDA

El sello La Calabaza del Diablo, dedicada al rescate de la buena poesía en Chile, acaba de entregar El Tigre de la Memoria, primera publicación de Hugo Vera Miranda. Vera, pasados los cincuenta años de su edad, recoge un trabajo escrito en distintos lugares del continente. Años atrás había aparecido en las revistas La Gota Pura, de Santiago, y El Último Reino, de Buenos Aires.

Ramón Díaz Eterovic, quien lo presenta en la contraportada, sostiene que el autor es de aquellos que viven la poesía a flor de piel como una manera lúcida de enfrentar la vida. Con estos textos, anuncia, su trabajo se instala rotundamente en la actual poesía chilena.

Una buena muestra de su producción apareció en 1998, en Antología Insurgente/ La nueva poesía magallánica, de Pavel Oyarzún y Juan Magal. En dicha recopilación Vera Miranda colabora con siete poemas, uno de los cuales (Bitácora) no aparece entre los cuarenta y seis de El Tigre de la Memoria. Ligeras modificaciones de puntuación se observa entre ambas versiones; y el logrado texto eludido en su edición, escrito a los 35 años de edad, sufrió los rigores de la atemporalidad. A la declaración de entonces, de no haber tenido hijos, se opone la brillante dedicatoria de su reciente libro: "A mi hijo Hugo Vera Parra que cuando grande quiere ser mago para hacerme desaparecer". La citada antología incorporaba, además, los textos El tigre de la memoria, Una mañana en Puerto Natales, Toda plegaria acumulada, Los jinetes del Apocalipsis, Nos habíamos amado tanto y Un poema para Ariadna.

Hugo Vera canta a la derrota, no se toma en serio, se ríe de sus circunstancias. Este rasgo de inteligencia agrada a la lectura y lo ubica dentro de los límites de la promoción de los ochenta, con ese humor cargado de fatalidad y más cercano al cine mudo que al comic de lo inhumano y virtual. Su propio autorretrato, en un trabajo que lleva su nombre, se convierte en un epitafio: "nunca tuvo tres dedos de frente,/ fue un atorrante casi toda su vida,/ complicó la vida de numerosas personas/ y siempre sacó a bailar a la más fea (...) hoy descansa en paz en un cementerio del sur,/ olvidado y vuelto a olvidar, eso es bueno.../ él también a olvidado y vuelto a olvidar".

Esa derrota, la caída destinada a determinar cada uno de los actos del individuo, es un reflejo de lo colectivo y generacional. Como resultado del fracaso de un proyecto político liberador y necesario, el poeta vuelve la mirada hacia sí mismo y se atribuye la culpa por la inmanencia: "ya todo va pasando lenta pero definitivamente/ todo va pasando la pena el dolor la angustia" y más adelante, "en mi trinchera me hago el fuerte y nada malo (...) nada malo puede pasarme, los viejos hechiceros/ de la tribu con sus redobles de tambores no me alcanzan".

Hugo Vera Miranda nació en Puerto Natales, en 1951. Durante largo tiempo vivió en Buenos Aires, ciudad donde estudió psicología y trabajó como librero. Allí también editó la revista de poesía El Trauko. Actualmente edita en Internet la revista Inmaculada Decepción. Algunos de sus poemas han sido traducidos en los Estados Unidos. Los bares, las mujeres, el vino, la lejanía son tópicos comunes y constituyen los signos para representar la pérdida, cualquiera que esta sea. Algo quedó en el camino y el poeta intenta rescatarlo a través de la palabra.

Si bien buena parte de la obra del poeta natalino se refiere al sentimiento amatorio, este se expresa -se sostiene en el prólogo de Antología Insurgente- desde una perspectiva más profunda en lo íntimo, en su vinculación con el mundo y el tiempo vivido o padecido intensamente: "no pienses que es fácil olvidarte,/ pasarán los trenes, las lluvias, las estaciones,/ llegarán los barcos repletos de turistas/ y una gaviota quemará sus alas al sol". Esta voluntad de alejamiento del yo lírico, observa también Pavel Oyarzún, es la que permite a Vera contribuir a la renovación de la poesía de Puerto Natales, junto con el narrador Jorge Díaz Bustamante y el poeta Pedro Paredes. Sus iniciativas en el Taller Literario de Última Esperanza y en el grupo Cornamusa aportan al desarrollo de una poesía condenada a servir a lo costumbrista, al bolero del desamor y a la tarjetita postal.

El tigre de la memoria recoge, con la necesaria distancia del buen lector, la mejor influencia de la poesía chilena desde Parra a Lihn, con algo de Teillier y de los más odiosos habitantes del gremio. Es una poesía que ofende a la estupidez y la denuncia, a la vez de aportar a lo iconoclasta: "pero te diré que prefiero a tom waits un coro de ángeles,/ a él más que a madonna, cristo o la madre teresa,/ mucho más a él que a tu encantador último novio". Es una poesía cargada de recursos, de mensajes y vasos comunicantes.

Abusando un poco de su natural humor, el poeta nos regala, en Inmaculada Decepción, con algunas supuestas opiniones en torno a su reciente producción: "Ahora cualquiera escribe un librito de 60 paginitas y ya se cree poeta" (un familiar cercano al poeta); "no me gusta salir mezclada en un poema con un tipo como Tom Waits. Iniciaré acciones legales" (la Madre Teresa); "ez uno de los mejores de su jenerazion" (Sergio Bitar, ministro de Educación).


Juan Cameron.
Liberación, 30 de Septiembre de 2005