domingo, mayo 23, 2004




La poesía nunca me ha gustado pero la practico. Lo curioso es que me llama la atención el juego que ello involucra. El juego de la fonética, la frustración y desafio de encontrar ya no la rima tanto si no el conjuego de imágenes provocadas. Me gusta por la nueva libertad de hacer lo que uno plazca y si le agarras orale si no move on. Eso parece decir la poesía, eso parece hablarme a mí cuando estoy con ella, orale, entrale. Pocos poemas mios han logrado dejarme feliz pero los que tengo son mi orgullo. Y es que no es nada más escribir sentimentalidades, (do not forget Lord Byron) creo, en la poesía, si no toda especie de salvoconducto que lleve mensaje.

Quizá lo que más practico es lo fenomenológico. Eso evadible que queremos ponerle palabras, a lo visto, presentido, lo transportador a otro nivel mental como lo son las memorias, que al tocar un pedazo de madera te transporte de repente a una memoria del antier. Una luz que te llama a comunicarte con ella sin tu saber como es que de repente una piedra te llamo la tención. Eso me gusta a mí, yo sé que es un poco díficil porque son casos de una especie de espiritualidad y psicología que pocos logran entender del todo. Husserl es mi fuente para esa esquina de mi conocimiento y ahí quiero aplicar contextos poéticos.

La forma visual de lo poético no me gusta tanto, resisto a sujetarme a ello pero se que caigo en ella y trato de mi manera jugar con eso, qué es un poema y por qué siempre tienen que ser líneas para abajo, ¿puede un poema ser horizontal sin caer en lo vertical? Se complementan? ¿Por eso hay poemas cuyas palabras forman escaleras? ¿Tiene que ser un poema letras? Habrá un interes por la armonia y el ritmo aún en la poesia? ¿Será posible que el ritmo venda y eso sea la verdad absoluta de la escritura? Creo que la poética se ha desgarrado mucho de eso, lejos quedan los estudios de exametros, verso iámbico, tetrámetro trocaico, pero tambien sé que puedo estar totalmente equivocado, en ese aspecto creo que la poética tiene mucho terreno por explorar, creo que la poética da para jugar, es un sano ejercicio.

De influencias tengo más la corriente de Romanticistas de siglo XIX ingles que mexicanos, es más, mi organismo tiende más a poetas del habla inglesa que de lo hispano. Rubén Darío fue quizá el unico que me atrajo con violencia latina a la poesía Latinoamericana; en cuestiones nacionales el Duque Job ha sabido atraerme a su entorno y su poder de causar identificación (porque uno logra una identificacion con lo escrito) ha mostrado aguantar la embestida de los años.

Para aquellos que pretenden decir que la poesía tiene talente para lo universal las mismas lenguas separan nuestros mundos, tendemos al regionalismo. Concedo, ante todo, que es posible una literatura/poética universal al momento de ser este otro traducible. El fenómeno se da también en la literatura de un mismo país. ¿Cuál es pues el arguende que se traen con esto de la narrativa del norte? Y es que ellos mismos necesitan de nuestra traducción para entendernos. El allure pues.

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Pero después de todo puede que sí me guste, la poesía, esa es la contradicción que hay en ella, por eso quizá prefiero decir que su belleza no espara mí, la desdeño a mí manera y la cortejeo a mí modo, así que después del todo no hay feos que hacerle.

Y es que es un arte de pureza eso de hacerle al poeta, una constante inmovilidad para sentir el estado de la inspiración y logar atraparlo, con paciencia, como pescador de pensamientos, de peces tan grandes como la imaginación, que si no los agarramos contamos del que se nos escapó.

Sí, apostemos, apostemos al mar, a ese infinitud inmensa de aguas claro-oscuras y llenas de soledad, pues sí algo traen los vastos oceanos de la mente es un horizonte que vemos, alas! en nuestro más grandes momentos solitarios, los que vemos para recontar después a otros, ya en su soledad. Que sirvan pues como un compas, que sean las estrellas que guíen, nuestros poemas, esos que logremos apañar para que otros no se sientan tan solos.



Julio César Martínez